"Quién de vosotros que tenga un criado arando o pastoreando le dice cuando llega al campo: "Ven, siéntate a la mesa?. No le dirá más bien: : "Prepárame la cena y sírveme mientras como y bebo, y luego comerás y beberás tú?" Tendrá quizás que agradecer al siervo que haya hecho lo que se le había mandado?. Así también vosotros, cuando hayáis hecho lo que se os mande, decid: "somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer..."
Nos preguntamos cuál es el mensaje de la parábola. Quisiera expresarlo, mediante 4 reflexiones sucesivas:
1. Lo que Jesús no quiere decir
El no quiere inducir a un comportamiento deprimente, propio de quien baja la cabeza y admite que no vale nada.
Esta actitud de frustración, está sin embargo, muy difundida en nuestros días y considero útil ejemplificarla.
Pienso en la madre de familia, que después de haber educado y criado fatigosamente a los hijos, descubre en un determinado momento, que la hija convive con alguien y no quiere casarse por la Iglesia, o que uno de sus hijos ya no va la misa los domingos y que otro está enganchado a las drogas. Entonces concluye: "La culpa es mía, me he equivocado en todo, no he sabido hacer nada". Es ésta una actitud típica de frustración, por desgracia, demasiado común.
Pienso en el anciano que pasa sus días delante del televisor, quizás en la monotonía de un asilo, sin ni siquiera comprender todo aquello que ve, porque es sordo y dice: "Estoy solo, nadie cuida de mi, ¿ para qué sirvo?. Soy un inútil, nadie me pide opinión".
Pienso en el obrero, experto en poner tornillos, que se ve sustituido por una máquina, y que al final es despedido, también él se convence de que ya no sirve para nada, porque la llegada de las máquinas le ha mostrado su inutilidad.
Pienso en el párroco que soñó con ser un líder espiritual, se da cuenta de que la gente recurre a él solo para obtener una recomendación, para obtener algún tipo de seguridad sacramental, tal vez de un modo un poco mágico, y entonces se pregunta: "pero para qué sirvo yo?"
Pienso en el cura joven que se ha esforzado acompañando a los jóvenes en su camino hacia la confirmación y ve cómo se alejan.
Todos ellos son comportamientos frustrantes, a los que la parábola no alude en absoluto; no trata de hacernos creer que no somos capaces en este sentido.
2. ¿Cuáles son pues los comportamientos a los que quiere inducir la parábola?
Resumo un poco la figura del siervo delineada por las palabras de Jesús, con tres adjetivos: "Siervos inútiles, inadecuados, felices"
El texto afirma ante todo el primado de la gracia, la conciencia de que todo lo recibimos de Cristo y de que, por mucho que nosotros hagamos, es El quien lo hace primero. El Espíritu del Resucitado nos precede, actúa antes que nosotros. Debemos tener la certeza de que el Señor es siempre más grande y de que su misericordia es siempre vencedora, quien lo da; el Reino es don gratuito de Dios, que ninguna acción nuestra puede merecer. En este sentido debemos comprender la expresión "inútiles".
Por consiguiente el gozo de sentirnos inadecuados porque Dios tiene el primado, Gozo muy importante, si lo pensamos bien: no nos toca a nosotros salvar el mundo, cargamos con el peso del mundo sobre nuestros hombros, si el primado es de Dios y del Espíritu.
La verdadera inutilidad, la verdadera inadecuación, consiste en el hecho de que respecto al mundo de la gracia y de lo sobrenatural, es siempre Dios el primero que actúa, después nos llama a colaborar, a hacer todo lo que debemos, pero la responsabilidad es del Pastor, Jesús, mientras que nosotros somos pastores subordinados y participantes..
Es Jesús, quien por su infinita bondad carga con nuestra iglesia local, con nuestras parroquias; es El quien salva al mundo, quien ya ha cargado con nuestros pecados sobre el madero de la cruz. Es un grave error deprimirnos, cuando nos parece que la gente no sabe orar, que no madura en la fe, que no vive la esperanza. Es problema del Señor! A nosotros nos toca realizar con amor lo que se nos manda, dejándole a El los resultados. Se trata de una verdad que libera y rescata.
El gozo del siervo inútil e inadecuado nos hace felices y nos hace sentirnos bien cuando hemos cumplido con nuestra parte.
La parábola subraya que es el Reino de Dios el que viene; no somos nosotros los que lo construimos. Lamentablemente en la liturgia postconciliar, sobre todo en las oraciones de los fieles se utiliza la expresión "construir el Reino de Dios". En realidad no existe en el Nuevo Testamento: se edifica la comunidad, no el Reino, que es don, es gracia y viene de lo alto.
Aún hay más. La parábola que nos conduce al primado del Reino que viene evoca ese texto de Lucas donde el amo se ciñe y se pone a servir al siervo ( 12,37). Asi, pues el Señor supera nuestras expectativas, sirviéndonos a la mesa. Nos sirve en la eucaristía y nos prepara un gozo pleno de felicidad de vida, en donde Dios nos servirá dándose a sí mismo..
En definitiva, la verdadera experiencia de la vida cristiana, no es la de servir, sino la de ser servidos por Jesús, que siendo rico se hizo pobre por nosotros, el amo de todos y ha venido para servirnos.
3. ¿Quién de nosotros puede verdaderamente decir que ha hecho todo lo que se le ha mandado?
La parábola no considera la hipótesis del siervo que ha fallado, dado que está dirigida a los apóstoles, que lo han dejado todo para seguir a Jesús. Y Jesús les dice: no tengáis pretensiones obsesivas de ser gratificados, sino reconoced que cuando se os da incluso la capacidad de hacerlo todo bien, es don y debe ser recibido con gratitud y alegría.
En cualquier caso la objeción sigue presente: ¿ y si no hubiéramos realizado todo lo que debíamos?
Creo que entonces nos encontraríamos en la situación del servidor que debe al rey diez mil talentos y como le es perdonada su deuda ( cf. Mt. 25,23-24.27) Incluso para quien no ha realizado lo que debía, existe el perdón del Señor y el ofrecimiento del gozo, no ciertamente como premio de la holgazanería, sino como consuelo para reponerse.
El primado de la misericordia, está siempre presente, siempre debe ser proclamado y eso es lo que cuenta.
4. Una encrucijada ante la misericordia de Dios
Todos nosotros reconocemos con gozo, que el platillo de la balanza de nuestra vida se inclinará siempre del lado de la misericordia divina; nunca, en efecto podremos afirmar verdaderamente haber realizado todo lo que se nos había mandado.
¿Pero el gozo de sentirnos perdonados nos impulsará a amar mucho?
La línea divisoria se pone entre la mujer perdonada en casa de Simón, que ama mucho porque mucho se le ha perdonado, y el servidor despiadado, que a pesar de habérsele perdonado una grandísima deuda de diez mil talentos, exige después de un subalterno la restitución de un pequeño crédito.
Somos perdonados como la pecadora en casa de Simón, como el servidor a quien se le perdonan diez mil talentos: estamos en manos de la misericordia. Nos toca a nosotros elegir si queremos vivir con gratitud gozosa, amando cada vez mas en el camino propuesto por Jesús, o bien si consideramos que el perdón nos era debido por Dios y por tanto solicitamos lo debido a nuestros hermanos, hasta tratarlos mal, con crueldad e ingratitud.
Esta es la verdadera encrucijada, ante la infinita misericordia del Señor: ¿tendré el corazón de siervo agradecido?, que es consciente de que nada le es debido o bien el corazón mezquino, que no tiene gratitud y se relaciona con los otros con dureza, egoísmo, rigidez?
Somos siervos inútiles, inadecuados, pero podemos ser felices, convirtiéndonos en servidores pacientes y humildes en la vida cotidiana o dejarnos atrapar por el egoísmo cayendo en la frustración y en la exigencia indebida hacia nosotros mismos y hacia los hermanos.
Concluyendo: me parece que la parábola no es simplemente tranquilizadora, pues nos conduce de lleno a nuestra responsabilidad de cristianos.
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