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Pablo, otro amigo, me dejó este texto que también me hizo reflexionar. Planteamos el nuevo año con desafíos, proyectos y metas. Nos ponemos objetivos a alcanzar para medir cuanto vamos a progresar en el 2011. La carrera que quiero terminar, la casa que quiero mejorar, la novia que deseo conseguir, el auto que me quiero comprar, el negocio que quiero realizar. Si hasta ahora no pensaste en ninguna de estas cosas, tal vez te esté faltando un poco de proyección para este año que empieza. Deberías tener algún plan, alguna meta que realizar.
Si ya la pensaste y están viendo como desarrollarla, existe una realidad que no podemos evitar de meditar. La mejor de tus metas, está condenada al fracaso si no ponemos a Dios como interlocutor. Mientras escribía los ejemplos de arriba, deje de ex profeso afuera a Dios en todos ellos. Porque por lo general, circunscribimos a Dios solo al ámbito de la iglesia, pero lo excluimos del resto de nuestras decisiones.
No lo hacemos abierta ni conscientemente. Pero lo hacemos. Y marginamos a Dios de nuestras decisiones cotidianas. Lo llamamos cuando las papas queman, cuando el problema ya es demasiado grande para enfrentarlo solo. Pero mientras pensamos que podemos manejar la situación, lo hacemos a nuestra manera.
Tal vez deberíamos cambiar en este año, nuestra manera de pensar. Y entender que Dios tiene un plan integral para mi vida, y también para la tuya. Ese plan abarca no solo el 2011 sino todo el resto de tu vida. Ese plan tiene tal lujo de detalle que incluso anota cuantos pelos se caen de la cabeza cada día. Y es un plan que Dios diseñó para que tu vida sea próspera, satisfactoria, madura y mejor. Y el salmista nos garantiza que ese plan se va a cumplir. Pero depende de tu voluntad de alinearte con Dios.
Su amor sigue estando vigente, y jamás se va a acabar. Pero la bendición de Dios solo está para aquellos que siguen Su Voluntad. Comenzá el año, buscando en cada hecho cotidiano cumplir el Plan que Dios ya pensó para vos. Hacer lo contrario sería cometer una vez más una terrible equivocación.
REFLEXIÓN — No hay mejor plan que el de Dios.
Un gran abrazo y bendiciones
Dany