PUBLICADO POR: www.thegospelcoalition.org
Ester, una joven judía colocada en un tiempo de gran incertidumbre, cuando el pueblo de Dios fue diseminado en provincias paganas y regresaban del exilio, es la última mujer de la cual se habla en el Antiguo Testamento.
Su legado de valentía y sumisión hacen de ella una mujer hermosa. Veamos el contexto en donde se desarrolla su historia para así identificar las características que adornaron su piedad.
Su nombre judío era Hadasa. Nació de una familia que decidió permanecer en la tierra del cautiverio y no regresar a Jerusalén. Quedó huérfana a una edad temprana y fue criada por su primo Mardoqueo (Ester 2:7), quien la amó como a su propia hija. Ester le respondió en obediencia y le respetaba como a su tutor.
Su historia se coloca alrededor del año 483 a.C, cuando el rey Asuero o Jerjes en su afán de conquistar Grecia para vengar los males que le ocasionaron a los persas y a su padre, celebra un festín de planificación de ataque con los príncipes y gobernantes de Persia y de Media, invitando a todo el pueblo de Susa, la ciudad real persa. En este festín eran mostradas las riquezas de la gloria de su reino y el brillo y la magnificencia de su poder. La duración de esta fiesta era de seis meses, y en la conclusión tenían un banquete de siete días en el cual el alcohol era común denominador entre los asistentes.
Justo ahí vivía Ester, llegando a sus veinte años, observando un ambiente de tensión nacional. Los hombres de todas partes se sentían desafiados por el irrespeto de la reina Vasti al no presentarse ante la corte del rey cuando fue llamada, en la culminación de la gran fiesta. La ira del rey se incendió contra ella y fue destituida. Con este acto los hombres en todo el reino fueron afirmados (Ester 1:10-22).
Después de unos años el rey se acordó de Vasti y los cortesanos lejos de aconsejar al rey de buscar esposas de las siete familias de los consejeros (como era la tradición), le propusieron la atrevida idea de escoger entre las más bellas vírgenes de todo el imperio, lo que representaba una tragedia para todas esas familias a las que les quitarían sus doncellas para recluirlas por toda una vida como concubinas del rey (Ester 2:1-4).
Y hasta este punto podemos pensar que la historia se convierte en un concurso de belleza sacado de un cuento de hadas, pero es todo lo contrario. El rey Asuero era un hombre sanguinario, cruel, lujurioso, arrogante y dado al vino, al punto de que al ser rechazado por la esposa de su hermano, por venganza cometió incesto con su hija y luego mandó a matar a toda su familia. En otra ocasión, un soldado solicitó ir a cuidar a su padre y él mandó a matar al soldado y se lo envió cortado en dos a casa de su padre, diciéndole “ahora puedes tenerlo”.
Como doncella, Ester fue entregada a la custodia de Hegai, el eunuco encargado de las mujeres, y allí dentro del palacio, con un sin fin de adornos, cosméticos y atuendos y lujos por escoger, Ester prefirió dejarse guiar por Hegai. La belleza de su carácter y apariencia física no necesitaron muchos adornos para deslumbrar al rey y hallar favor delante de todos (Ester 2:15).
Estando lejos de Mardoqueo le obedeció como cuando estaba bajo su tutela, al mantener privada su fe y su parentela por su seguridad, aunque eso no duró por mucho tiempo (Ester 2:10).
De manera providencial, Mardoqueo descubre un complot contra el rey, y al denunciarlo su buena obra queda registrada en las crónicas reales, lo que más adelante le sirvió para ocupar un cargo de importancia (Ester 2:21-22).
Unos años más tarde se intensifica el drama del cual Dios es el protagonista y Ester el instrumento, cuando Mardoqueo se niega a inclinarse ante Amán, cortesano favorito del rey, segundo en el reino y descendiente de los amalecitas, enemigos del pueblo de Dios. El furor de Amán se desencadenó sobre Mardoqueo y su nación al punto de que, aprovechando la avaricia del rey, Amán ofreció una sustanciosa suma de dinero para destruir al esparcido pueblo judío. Echaron suertes, el rey accedió y gran calamidad y luto hubo entre los judíos (Ester 3).
Mardoqueo se viste de luto y esto llega a oídos de Ester, quien al conocer la situación, mira su realidad, su vida corre peligro si osa presentarse ante el rey para hablarle de este asunto. Mardoqueo le recuerda que su ciudadanía no es la del reino donde vive y le confronta diciendo:
“No pienses que estando en el palacio del rey sólo tú escaparás entre todos los judíos. Porque si permaneces callada en este tiempo, alivio y liberación vendrán de otro lugar para los judíos, pero tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para una ocasión como ésta tú habrás llegado a ser reina?”, Ester 4:13-14.
Obediente a Mardoqueo inicia un plan de ataque con armas que no son carnales: convoca un ayuno entre los judíos y sus doncellas, demostrando su dependencia de Dios y decidiendo obedecerle por encima de la ley del rey.
“Y así iré al rey, lo cual no es conforme a la ley; y si perezco, perezco”, Ester 4:16.
Expuso su vida ante un rey que no la había procurado por treinta días. Era un riesgo muy alto, considerando la crueldad del corazón del rey. Sin embargo, al presentarse este la recibió con ternura, muestra fehaciente de que “como canales de agua es el corazón del rey en la mano del SEÑOR” (Proverbios 21:1), y aun antes de que ella hiciera su petición ya el rey le había mostrado su favor, ofreciéndole hasta la mitad de su reino.
Ester en vez de aprovechar esa oportunidad y hablar de su angustia, supo esperar y callar e invitó al rey y a Amán a dos banquetes consecutivos, ganando aún mayor favor ante el rey. Amán, halagado con las invitaciones, no se imaginó que en el final del último festín Ester develaría su parentela ante el rey y le acusaría de ordenar el exterminio de su pueblo.
El rey fue benevolente hacia Ester y su pueblo, mandó a ahorcar a Amán en el lugar que se había destinado para Mardoqueo. En contraste, los bienes de Amán fueron entregados a Mardoqueo, y aunque el rey no pudo anular su decreto contra los judíos, le concedió́ poder para que él publicase un nuevo decreto que sirviese para contrarrestar el primero.
Finalmente podemos ver toda una orquestación de Dios de pequeños detalles para mostrar su providencia a través de una sencilla mujer llena de Su gracia que fue sumisa, enseñable, obediente y valiente.
”Ester es una historia de triunfo que surgió de la tragedia, el éxtasis que brotó de la agonía, celebración que surgió de la devastación. Esta puede ser tu historia”, Charles Swindoll.
Ester, una joven judía colocada en un tiempo de gran incertidumbre, cuando el pueblo de Dios fue diseminado en provincias paganas y regresaban del exilio, es la última mujer de la cual se habla en el Antiguo Testamento.
Su legado de valentía y sumisión hacen de ella una mujer hermosa. Veamos el contexto en donde se desarrolla su historia para así identificar las características que adornaron su piedad.
Su nombre judío era Hadasa. Nació de una familia que decidió permanecer en la tierra del cautiverio y no regresar a Jerusalén. Quedó huérfana a una edad temprana y fue criada por su primo Mardoqueo (Ester 2:7), quien la amó como a su propia hija. Ester le respondió en obediencia y le respetaba como a su tutor.
Su historia se coloca alrededor del año 483 a.C, cuando el rey Asuero o Jerjes en su afán de conquistar Grecia para vengar los males que le ocasionaron a los persas y a su padre, celebra un festín de planificación de ataque con los príncipes y gobernantes de Persia y de Media, invitando a todo el pueblo de Susa, la ciudad real persa. En este festín eran mostradas las riquezas de la gloria de su reino y el brillo y la magnificencia de su poder. La duración de esta fiesta era de seis meses, y en la conclusión tenían un banquete de siete días en el cual el alcohol era común denominador entre los asistentes.
Justo ahí vivía Ester, llegando a sus veinte años, observando un ambiente de tensión nacional. Los hombres de todas partes se sentían desafiados por el irrespeto de la reina Vasti al no presentarse ante la corte del rey cuando fue llamada, en la culminación de la gran fiesta. La ira del rey se incendió contra ella y fue destituida. Con este acto los hombres en todo el reino fueron afirmados (Ester 1:10-22).
Después de unos años el rey se acordó de Vasti y los cortesanos lejos de aconsejar al rey de buscar esposas de las siete familias de los consejeros (como era la tradición), le propusieron la atrevida idea de escoger entre las más bellas vírgenes de todo el imperio, lo que representaba una tragedia para todas esas familias a las que les quitarían sus doncellas para recluirlas por toda una vida como concubinas del rey (Ester 2:1-4).
Y hasta este punto podemos pensar que la historia se convierte en un concurso de belleza sacado de un cuento de hadas, pero es todo lo contrario. El rey Asuero era un hombre sanguinario, cruel, lujurioso, arrogante y dado al vino, al punto de que al ser rechazado por la esposa de su hermano, por venganza cometió incesto con su hija y luego mandó a matar a toda su familia. En otra ocasión, un soldado solicitó ir a cuidar a su padre y él mandó a matar al soldado y se lo envió cortado en dos a casa de su padre, diciéndole “ahora puedes tenerlo”.
Como doncella, Ester fue entregada a la custodia de Hegai, el eunuco encargado de las mujeres, y allí dentro del palacio, con un sin fin de adornos, cosméticos y atuendos y lujos por escoger, Ester prefirió dejarse guiar por Hegai. La belleza de su carácter y apariencia física no necesitaron muchos adornos para deslumbrar al rey y hallar favor delante de todos (Ester 2:15).
Estando lejos de Mardoqueo le obedeció como cuando estaba bajo su tutela, al mantener privada su fe y su parentela por su seguridad, aunque eso no duró por mucho tiempo (Ester 2:10).
De manera providencial, Mardoqueo descubre un complot contra el rey, y al denunciarlo su buena obra queda registrada en las crónicas reales, lo que más adelante le sirvió para ocupar un cargo de importancia (Ester 2:21-22).
Unos años más tarde se intensifica el drama del cual Dios es el protagonista y Ester el instrumento, cuando Mardoqueo se niega a inclinarse ante Amán, cortesano favorito del rey, segundo en el reino y descendiente de los amalecitas, enemigos del pueblo de Dios. El furor de Amán se desencadenó sobre Mardoqueo y su nación al punto de que, aprovechando la avaricia del rey, Amán ofreció una sustanciosa suma de dinero para destruir al esparcido pueblo judío. Echaron suertes, el rey accedió y gran calamidad y luto hubo entre los judíos (Ester 3).
Mardoqueo se viste de luto y esto llega a oídos de Ester, quien al conocer la situación, mira su realidad, su vida corre peligro si osa presentarse ante el rey para hablarle de este asunto. Mardoqueo le recuerda que su ciudadanía no es la del reino donde vive y le confronta diciendo:
“No pienses que estando en el palacio del rey sólo tú escaparás entre todos los judíos. Porque si permaneces callada en este tiempo, alivio y liberación vendrán de otro lugar para los judíos, pero tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para una ocasión como ésta tú habrás llegado a ser reina?”, Ester 4:13-14.
Obediente a Mardoqueo inicia un plan de ataque con armas que no son carnales: convoca un ayuno entre los judíos y sus doncellas, demostrando su dependencia de Dios y decidiendo obedecerle por encima de la ley del rey.
“Y así iré al rey, lo cual no es conforme a la ley; y si perezco, perezco”, Ester 4:16.
Expuso su vida ante un rey que no la había procurado por treinta días. Era un riesgo muy alto, considerando la crueldad del corazón del rey. Sin embargo, al presentarse este la recibió con ternura, muestra fehaciente de que “como canales de agua es el corazón del rey en la mano del SEÑOR” (Proverbios 21:1), y aun antes de que ella hiciera su petición ya el rey le había mostrado su favor, ofreciéndole hasta la mitad de su reino.
Ester en vez de aprovechar esa oportunidad y hablar de su angustia, supo esperar y callar e invitó al rey y a Amán a dos banquetes consecutivos, ganando aún mayor favor ante el rey. Amán, halagado con las invitaciones, no se imaginó que en el final del último festín Ester develaría su parentela ante el rey y le acusaría de ordenar el exterminio de su pueblo.
El rey fue benevolente hacia Ester y su pueblo, mandó a ahorcar a Amán en el lugar que se había destinado para Mardoqueo. En contraste, los bienes de Amán fueron entregados a Mardoqueo, y aunque el rey no pudo anular su decreto contra los judíos, le concedió́ poder para que él publicase un nuevo decreto que sirviese para contrarrestar el primero.
Finalmente podemos ver toda una orquestación de Dios de pequeños detalles para mostrar su providencia a través de una sencilla mujer llena de Su gracia que fue sumisa, enseñable, obediente y valiente.
Características inspiradoras de la piedad de Ester:
- Su vida fue marcada por la sumisión en todo tiempo con su obediencia a Mardoqueo (Ester 2:20), al dejarse guiar por Hegai (Ester 2:15), y la forma respetuosa con la que se dirigía ante el rey (Ester 5:8).
- La forma de responder ante el liderazgo de Mardoqueo demostraba un corazón que no estaba resentido por ser huérfana y criada por su primo (Ester 2:20).
- A pesar de vivir en un tiempo de gran letargo espiritual, mantuvo convicciones firmes en cuanto a su fe (Ester 4:15).
- Ella demostró estar contenta con lo que le fue dado, mostrando confianza en Dios más que en adornos y accesorios lujosos (Ester 2:15).
- Cuando denunció a Amán, lo hizo bajo la protección de su esposo: no se le ocurrió una estrategia que no tomara en cuenta su lugar en el reino y en su matrimonio (Ester 7).
- Ester fue prudente al hablar a su esposo, no se apresuró, buscó el rostro de Dios primero y esperó el tiempo oportuno (Ester 5:3-4).
- Al ayunar dejaba implícito su vida de oración, mostrando así su dependencia en Dios (Ester 4:15).
- El reino de Dios pesó más en su corazón que lo que sus ojos podían ver (el reino de Asuero).
Evidencias del carácter de Dios en la vida de Ester:
- Fidelidad: En toda la historia de Ester puede observarse a un Dios que cumple las promesas dadas a su pueblo desde Abraham.
- Soberanía: Es muy evidente la obra maestra de Dios triunfando a pesar de las tretas malvadas de los hombres.
- Providencia: Vemos la mano de Dios al orquestar todos los sucesos para el bien de Su pueblo.
Como mujer, ¿qué puedo aprender de Ester?
- Ninguna tarea por ordinaria que sea, carece de valor delante de Dios (Colosenses 3:23).
- Tu pasado no determina tu futuro, Dios lo hace (Salmo 16:5).
- Todo se trata de Dios. Él es protagonista de tu historia (Romanos 11:36).
- La sumisión no te hace inferior: embellece tu carácter (1 Pedro 3:5).
- Antes de tomar cualquier iniciativa, debes consultar a Dios. (Filipenses 4:6)
- Dios puede cambiar el consejo del corazón del rey… y de tu esposo (Proverbios 21:1).
- Dios es un juez justo, Él puede abogar tu causa (Salmo 7:11).
- Tu ciudadanía celestial define las decisiones que rigen tu vida (Filipenses 3:20).
”Ester es una historia de triunfo que surgió de la tragedia, el éxtasis que brotó de la agonía, celebración que surgió de la devastación. Esta puede ser tu historia”, Charles Swindoll.
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