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Margaret Thatcher dijo una vez, “Soy extraordinariamente paciente, con
tal que al final me salga con la mía.” Cuando todo sale a nuestra
manera, es fácil mostrar paciencia. La verdadera prueba de paciencia,
viene cuando nuestros derechos son violados; cuando los autos sport se
nos cierran en el tráfico; cuando un grupo de muchachos adolescentes
están acaparando las canchas de tenis; cuando nuestro compañero de
trabajo se burla de nuestra fe – de nuevo. Algunas personas piensan que
tienen el derecho de enojarse ante las pruebas y aquello que les irrita.
La impaciencia parece como una ira santa. Sin embargo, la Biblia alaba
la paciencia como un fruto del Espíritu (Gálatas 5:22) el cual debe ser producido por todos los hombres (1 Tesalonicenses 5:14). La paciencia revela nuestra fe en los planes, la omnipotencia y el amor de Dios.
Aunque la mayoría de la gente considera que la paciencia es una espera
pasiva o una gentil tolerancia, casi todas las palabras griegas
traducidas como “paciencia” en el Nuevo Testamento son palabras
dinámicas y activas. Considera por ejemplo Hebreos 12:1:
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande
nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia,
y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.” ¿Corre
uno una carrera esperando pasivamente los empujones para retrasarnos, o
tolerando gentilmente a los tramposos? ¡Por supuesto que no! La palabra
traducida como paciencia en este verso, significa permanencia. Un
cristiano corre la carrera pacientemente, mediante la perseverancia a
través de las dificultades, ante la expectativa del cielo. En la Biblia,
la paciencia es la perseverancia hacia una meta, perseverancia ante las
pruebas, o una expectante espera por el cumplimiento de una promesa.
Claramente, la paciencia no se desarrolla de la noche a la mañana en la
vida de un creyente. El poder de Dios y la bondad son cruciales para el
desarrollo de la paciencia en Sus hijos. Colosenses 1:11 nos dice que somos fortalecidos por Él para “toda paciencia y longanimidad,” mientras que Santiago 1:3-4
nos anima a saber que las pruebas son Su manera de perfeccionar nuestra
paciencia. Nuestra paciencia se desarrolla y fortalece más, resistiendo
de acuerdo a los perfectos tiempos y voluntad de Dios, aún ante el
hombre malvado que “prospera en su camino.” (Salmos 37:7). A última instancia, al final, nuestra paciencia será recompensada. “. . .tened paciencia hasta la venida del Señor.” (Santiago 5:7-8). “Bueno es JEHOVÁ a los que en Él esperan, al alma que le busca.” (Lamentaciones 3:25).
Vemos en la Biblia muchos ejemplos de aquellos caracterizados por la
paciencia en su caminar con Dios. Santiago nos señala a los profetas:
“Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los
profetas que hablaron en Nombre del Señor.” (Santiago 5:10).
Él también se refiere a Job, cuya perseverancia fue recompensada por lo
que “. . . el Señor es muy misericordioso y compasivo.” (Santiago 5:11). También Abraham, esperó pacientemente y “… alcanzó la promesa” (Hebreos 6:15).
Así como Jesús es nuestro modelo en todas las cosas, así también Él
demostró una perseverante paciencia. “…el cual por el gozo puesto
delante de Él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la
diestra del trono de Dios.” (Hebreos 12:2).
¿Cómo demostramos que la paciencia es una característica de nuestras
vidas en Cristo? Primero, dando gracias a Dios. Usualmente, la primer
reacción de una persona es “¿Por qué a mí?,” pero la Biblia dice que nos
regocijemos en la voluntad de Dios (Filipenses 4:4; 1 Pedro 1:6).
Segundo, buscando Sus propósitos. Algunas veces, Dios nos pone en
situaciones difíciles con el fin de testificar. Otras veces, Él puede
permitir una prueba para la santificación del carácter. El recordar que
Su propósito es para nuestro crecimiento y Su gloria, nos ayudará en la
prueba. Tercero, recordando Sus promesas, tales como la de Romanos 8:28
que nos dice que “…todas las cosas les ayudan a bien, esto es a los que
conforme a su propósito son llamados.” Ese “todas las cosas” incluye
las cosas que prueban nuestra paciencia.
La próxima vez que te encuentres en un embotellamiento de tráfico, seas
traicionado por un amigo, o ridiculizado por tu testimonio, ¿cómo
responderás? La respuesta natural es impaciencia, la cual conduce al
estrés, enojo y frustración. Gracias a Dios, los cristianos ya no
estamos bajo el dominio de una “respuesta natural,” porque tenemos una
nueva naturaleza – la naturaleza de Cristo Mismo (2 Corintios 5:17).
En vez de eso, tenemos la fortaleza del Señor para responder con
paciencia y en completa confianza del poder y los propósitos del Padre.
“Vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y
honra e inmortalidad.” (Romanos 2:7).
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