Honrar a tu padre y a tu madre, son las
palabras respetuosas y las acciones que resultan de una actitud interna
de estima por su posición.
La palabra griega para honor, significa venerar, apreciar, y valorar.
Honor es darles respeto, no solo por mérito sino también por rango. Por
ejemplo, algunos pueden no estar de acuerdo con las decisiones del
Presidente, pero aún así ellos deben respetar su posición como líder de
su país. Similarmente, los hijos de todas las edades deben honrar a sus
padres, sin importar si sus padres “merecen” o no el honor.
Dios nos exhorta a honrar al padre y a la madre. Él valora el honrar a
los padres, lo suficiente como para incluirlo dentro de los 10
Mandamientos (Éxodo 20:12)
y nuevamente en el Nuevo Testamento: “Hijos, obedeced en el Señor a
vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre,
que es el primer mandamiento con promesa, para que te vaya bien, y seas
de larga vida sobre la tierra.” (Efesios 6:1-3)
En los días del Antiguo Testamento, el hablar mal de los padres de uno o
rebelarse contra sus instrucciones, resultaba en la pena capital (Éxodo 21:15-17; Mateo 15:14), mientras que aquellos que honraban a sus padres eran bendecidos (Jeremías 35:18-19).
Una característica de tanto, aquellos con una “mente reprobada”, como
aquellos que se caracterizan por su falta de piedad en los últimos días,
es la desobediencia a los padres. (Romanos 1:30; 2 Timoteo 3:2).
Salomón, el hombre sabio, exhortaba a los hijos a respetar a sus padres (Proverbios 1:8; 13:1; 30:17).
Aunque en la actualidad ya no estemos directamente bajo su autoridad,
no podemos ignorar el mandamiento de Dios de honrar a nuestros padres.
Aún Jesús, el Hijo de Dios, se sometió Él mismo a Sus padres terrenales y
a Su Padre celestial (Mateo 26:39; Lucas 2:51).
Siguiendo el ejemplo de Cristo, como cristianos, debemos tratar a
nuestros padres de la manera en que deberíamos aproximarnos
reverencialmente a nuestro Padre celestial (Hebreos 12:9; Malaquías 1:6)
Obviamente, se nos ordena honrar a nuestros padres, pero ¿cómo?
Honrarlos tanto con nuestras acciones como con nuestras actitudes (Marcos 7:6).
Honrar sus deseos no expresados, como los hablados. “El hijo sabio
recibe el consejo del padre; Mas el burlador no escucha las
reprensiones.” (Proverbios 13:1).
En Mateo 15:3-9,
Jesús les recuerda a los fariseos el mandamiento de Dios de honrar a su
padre y madre. Ellos estaban obedeciendo la letra de la ley, pero
habían añadido sus propias tradiciones que esencialmente la anulaban.
Mientras que honraban a sus padres de palabra, sus hechos probaban el
verdadero motivo de su corazón. Honrar es más que un servicio de labios.
La palabra honor en este pasaje es un verbo, y como tal, demanda elegir
una acción correcta.
El honor incluye la idea de traer gloria a alguien. Primera de Corintios 10:31,
nos dice que todo lo que digamos o hagamos, debemos hacerlo para la
gloria de Dios. Debemos buscar honrar a nuestros padres de manera
similar a la que los cristianos se esfuerzan por darle gloria a Dios –en
nuestros pensamientos, palabras y acciones.
La palabra griega “hypakouo” significa obedecer, escuchar, o prestar
atención. Para un hijo menor, obedecer a sus padres va de la mano con
honrarlos. Eso incluye escucharlos, prestarles atención, y someterse a
su autoridad. Después de que los hijos maduran, la obediencia que
aprendieron cuando niños, les servirá para honrar a las autoridades
tales como el gobierno, la policía y sus jefes.
Mientras que se nos pide honrar a los padres, eso no incluye el imitar a los impíos (Ezequiel 20:18-19). ¿Qué pasa si tus padres te piden hacer algo malo? En ese caso, debes obedecer a Dios antes que al hombre (Hechos 5:29).
El mandamiento de honrar a los padres es el único mandamiento con
promesa: “para que te vaya bien y seas de larga vida sobre la tierra.” (Efesios 6:3).
El honor engendra honor. Dios no honrará a aquellos que no obedezcan Su
mandamiento de honrar a sus padres. Si deseamos complacer a Dios y ser
bendecidos, debemos honrar a nuestros padres. Honrar no es fácil, no
siempre es divertido, y ciertamente es imposible en nuestra propia
fuerza. Pero el honor es un camino seguro para nuestro propósito en la
vida: glorificar a Dios. “Hijos, obedeced a vuestros padres en todo,
porque esto agrada al Señor.” (Colosenses 3:20).
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