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Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
¿Dónde
hallar verdadera esperanza?
IMAGÍNESE
que el reloj se le para y parece estar estropeado. Al buscar un relojero para
que se lo arregle, encuentra muchos anuncios prometedores, pero algunos son
contradictorios. Entonces descubre que un vecino suyo es el ingenioso hombre
que años atrás diseñó ese modelo particular de reloj, y que además está
dispuesto a reparárselo sin costo alguno. Es fácil deducir a qué relojero
recurrirá, ¿verdad?
Ahora
comparemos ese reloj con su esperanza. Si se da cuenta de que la está perdiendo
—como les sucede a muchos en estos tiempos difíciles—, ¿adónde acudirá por
ayuda? Una infinidad de personas afirman poder solucionar el problema, pero sus
incontables sugerencias resultan confusas y contradictorias. ¿Por qué no acudir
entonces a Aquel que diseñó al hombre con la capacidad para tener esperanza? La
Biblia dice que “no está muy lejos de cada uno de nosotros” y que está muy
dispuesto a ayudarnos (Hechos 17:27; 1 Pedro 5:7).
Una
definición más abarcadora de la esperanza
El
concepto bíblico de la esperanza es más amplio y profundo que el que utilizan
por lo general los médicos, científicos y psicólogos de hoy día. Los términos
de las lenguas originales en las que se escribió la Biblia y que se traducen
por “esperanza” transmiten la idea de ansiar y de esperar el bien. La esperanza
consta básicamente de dos elementos: el deseo de algo bueno y el fundamento
para creer que ese algo bueno vendrá. La esperanza que ofrece la Biblia no
consiste solo en vanas ilusiones. Está basada sólidamente en hechos y pruebas.
En
este aspecto es similar a la fe, la cual debe basarse en pruebas, no consistir
en simple credulidad (Hebreos 11:1). Pero las Escrituras distinguen la fe de la
esperanza (1 Corintios 13:13).
Para
ilustrarlo: cuando le pedimos un favor a un amigo de confianza, tenemos la
esperanza de que nos ayude. Dicha esperanza no carece de base, pues tenemos fe
en ese amigo, lo conocemos bien y hemos presenciado sus actos de bondad y
generosidad en el pasado. Nuestra fe y nuestra esperanza están muy
relacionadas, son incluso interdependientes, pero no son exactamente lo mismo.
¿Cómo cultivar esa clase de esperanza en Dios?
La
base de la esperanza
Jehová
Dios es la fuente de la esperanza verdadera. De hecho, en tiempos bíblicos lo
llamaban “la esperanza de Israel” (Jeremías 14:8). Toda esperanza confiable que
su pueblo tenía procedía de él, por lo que podía decirse que él era su
esperanza. Esta no consistía solo en desear algo. Dios les dio una base sólida
para tener esperanza. Al tratar con ellos a lo largo de los siglos, se labró
una reputación de cumplir siempre sus promesas. Josué, caudillo de Israel, dijo
al pueblo: “Ustedes bien saben [...] que ni una sola palabra de todas las
buenas palabras que Jehová su Dios les ha hablado ha fallado” (Josué 23:14).
Miles
de años después, Jehová sigue teniendo la misma reputación. La Biblia está
repleta de sobresalientes promesas de Dios así como del registro histórico
exacto de su cumplimiento. Sus promesas proféticas son tan confiables que a
veces están redactadas como si ya se hubieran cumplido al momento de
pronunciarse.
Esa
es la razón por la que podemos llamar a la Biblia el libro de la esperanza. A
medida que estudiemos el proceder de Dios con la humanidad, aumentarán las
razones para cifrar nuestra esperanza en él. El apóstol Pablo escribió: “Todas
las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron escritas para nuestra
instrucción, para que mediante nuestro aguante y mediante el consuelo de las
Escrituras tengamos esperanza” (Romanos 15:4).
¿Qué
esperanza nos ofrece Dios?
¿Cuándo
sentimos la mayor necesidad de tener esperanza? ¿No es al enfrentarnos a la
muerte? Sin embargo, en el caso de muchas personas, precisamente cuando la
muerte se lleva a un ser querido es cuando les resulta más difícil tener
esperanza. Al fin y al cabo, ¿qué pudiera ser más desesperanzador que la
muerte? Nos persigue inevitablemente a todos sin excepción. Solo podemos
eludirla por un tiempo, y es imposible alterar sus efectos. Con razón la Biblia
la llama “el último enemigo” (1 Corintios 15:26).
Entonces,
¿cómo hallar esperanza ante la muerte? Pues bien, el versículo bíblico que la
llama el último enemigo también dice que será “reducida a nada”. Jehová Dios es
más poderoso que la muerte, y lo ha demostrado en muchas ocasiones. ¿Cómo?
Resucitando a personas. La Biblia narra nueve casos en los que Dios utilizó su
poder para devolver la vida a los difuntos.
En
una ocasión especial, Jehová otorgó a su Hijo, Jesús, el poder de resucitar a
Lázaro, un querido amigo suyo que llevaba cuatro días muerto. Jesús no lo hizo
a escondidas, sino abiertamente, delante de una multitud (Juan 11:38-48, 53;
12:9, 10).
Tal
vez usted se pregunte por qué se resucitó a aquellas personas, si al fin y al
cabo envejecieron y finalmente volvieron a morir. Eso es cierto, pero gracias a
los confiables relatos de aquellas resurrecciones podemos tener más que un
simple deseo de que nuestros seres queridos vuelvan a vivir: tenemos razones
para creer que resucitarán. En otras palabras, abrigamos una esperanza
verdadera.
Jesús
dijo: “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25). Es a él a quien Jehová
dará el poder de resucitar a personas a escala mundial. También aseguró: “Viene
la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz
[la de Cristo] y saldrán” (Juan 5:28, 29). En efecto, todos los que descansan
en la sepultura tienen la perspectiva de ser resucitados para vivir en una
Tierra paradisíaca.
El
profeta Isaías describió la resurrección con estas conmovedoras palabras: “Tus
muertos sí volverán a vivir, sus cadáveres resucitarán. Los que duermen en la
tierra se despertarán y darán gritos de alegría. Porque tú envías tu luz como
rocío y los muertos volverán a nacer de la tierra” (Isaías 26:19, Versión
Popular).
¿No
resulta consoladora esa promesa? Los difuntos se encuentran en la situación más
segura que uno pueda imaginarse, protegidos como una criatura en la matriz de
su madre. De hecho, quienes descansan en la sepultura están perfectamente
resguardados en la ilimitada memoria del Dios todopoderoso (Lucas 20:37, 38). Y
pronto serán resucitados para vivir en un mundo feliz y acogedor, tal como un
recién nacido es recibido por una familia que lo espera con cariño. De modo
que, hasta cuando afrontamos la muerte, hay esperanza.
Lo
que la esperanza puede hacer para nosotros
Pablo
nos enseña mucho acerca del valor de la esperanza. La mencionó como una parte
fundamental de la armadura espiritual: el yelmo (1 Tesalonicenses 5:8). ¿Qué
quiso decir con ello? Pues bien, en tiempos bíblicos, los soldados que entraban
en batalla llevaban puesto un yelmo de metal, generalmente sobre un gorro de
fieltro o de cuero. Gracias al yelmo, la mayor parte de los golpes que recibían
en la cabeza no resultaban mortales. Por tanto, tal como un yelmo protege la
cabeza, la esperanza protege la mente, la facultad de pensar. Si tenemos una
esperanza sólida en armonía con los propósitos de Dios, ni el pánico ni la
desesperación nos quitarán la paz mental cuando afrontemos dificultades. ¿Quién
no necesita esa clase de yelmo?
Pablo
utilizó otra ilustración gráfica sobre la esperanza que está vinculada a la
voluntad de Dios. Escribió: “Esta esperanza la tenemos como ancla del alma,
tanto segura como firme” (Hebreos 6:19). Como superviviente de más de un
naufragio, Pablo conocía bien el valor de un ancla. Cuando amenazaba una
tempestad, la tripulación echaba el ancla del barco. Si esta se agarraba
firmemente al fondo, el barco tendría la posibilidad de aguantar la tormenta
sin sufrir muchos daños, en lugar de ser arrastrado hacia la costa y
estrellarse contra las rocas.
De
igual manera, si las promesas de Dios son para nosotros una esperanza “tanto
segura como firme”, dicha esperanza puede ayudarnos a capear el temporal de los
tiempos en que vivimos. Jehová promete que pronto vendrá el día en que la
humanidad ya no sufrirá por causa de las guerras, la criminalidad, las penas y
ni siquiera la muerte (véase el recuadro de la pág. 10). Aferrarnos a esa
esperanza puede ayudarnos a evitar el desastre, pues nos da el incentivo que
necesitamos para regirnos por las normas de Dios en lugar de ceder al espíritu
caótico e inmoral que tanto prevalece en el mundo de hoy.
La
esperanza que Jehová ofrece también está al alcance de usted, lector. Él desea
que usted viva la vida como él se proponía. Desea que “hombres de toda clase se
salven”. ¿Cómo obtener la salvación? En primer lugar, toda persona debe llegar
“a un conocimiento exacto de la verdad” (1 Timoteo 2:4). Los editores de esta
revista lo animamos a adquirir ese conocimiento dador de vida relacionado con
la verdad de la Palabra de Dios. La esperanza que Dios le aportará de ese modo
es muy superior a cualquier esperanza que pueda ofrecerle este mundo.
Con
dicha esperanza, no tenemos por qué ceder a la resignación, pues Dios puede
darnos las fuerzas necesarias para alcanzar cualquier meta que esté en armonía
con su voluntad (2 Corintios 4:7; Filipenses 4:13). ¿No es esa la clase de
esperanza que necesitamos? De modo que si le hace falta esperanza y la ha
estado buscando, cobre ánimo. Está a su alcance. Puede hallarla.
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